Literatura

Humos y pitos de Pandora

Pago y no espero por el cambio. A distancia, acecho a la hembra. Esos ceñidos pantaloncitos se alejan hacia el banco del parque y me transmuto. Soy ahora un Fausto libidinoso. Le vendí mi alma al diablo.

Estoy erotizado. Y entonces, para relajarme, salgo a pasear y toparme con cualquier cosa. No se me ocurre nada. Ando ocioso y cuando me siento así, me erotizo.



La tarde tiene deseos de llorar. Pero yo camino hacia el parque con felicidad.



Caracas es una metrópoli extraña. Es como un ser amado que sufre de halitosis y siempre anda desaliñado. Esta ciudad fue pintada por un ángel endemoniado.

Los peatones salen de repente y se atraviesan; los autobuses son groseros. Escupen sus gases venenosos y crean una bruma terca. Y como el humo de Aladino, surgen espectros flemosos.



Sigo mi trayecto por las aceras desnutridas. Podría hipnotizarme si solo veo sus puntos negruzcos, estos engomados fósiles del escupitajo.


CHOCOLATES

$2.00


Al divisar al fiscal de tránsito me asalta una idea. La curiosidad es perversa. ¿Qué sentirá el tercio al pasar el día entero con ese pito en la boca y en este infierno?  ¿Cómo serán sus sinapsis?    

¿Tendrán los semáforos una función secreta? ¿Tocan la retina del fiscal y lo amansan, haciendo del infeliz un autómata? Es plausible. Vaya desolación. Me agobio cuando presencio a un hombre transformado en robot. No ha de ser fácil, eso de ver la vida pasar entre el ruido insolente, la niebla del carbón y una eterna monotonía.

Aparto las ideas. Pero no logro reprimir la curiosidad por estos fiscales.  Tras un día infernal, se retirarán a algún cuartucho de pensión y una casera bigotuda les reclamará el alquiler, que no pueden pagar con sus suelduchos.

No sufriré pensando en estos desdichados, salí para relajarme, no para imitar a Kant. Así que concluyo mi sesión mental con la imagen del fiscal hecho felicidad, su comida caliente y la cama tendida y tibia.

Sigo hacia el parque. Mi cuerpo me reclama. Desde que pasé los cuarenta, la espalda no me da tregua. Si oso sentirme de veinte, mis rodillas y el cuello me dicen la verdad. Pero como estoy erotizado, mejor no pienso en eso.

Hiervo de pasión. Mi sangre es como la lava de un volcán, un mar efervescente navegado por pícaros que van rumbo al Edén.



Pero pasa algo. El pecado amenaza. Mi espíritu es un bribón y así ocurren las cosas de las que después nos arrepentimos. Compro una chicha, y le pido a la viejita que le ponga canela, como la piel de esa chica que me sonríe con mil significados.

Pago y no espero por el cambio. A distancia, acecho a la hembra. Esos ceñidos pantaloncitos se alejan hacia el banco del parque y me transmuto. Soy ahora un Fausto libidinoso. Le vendí mi alma al diablo.



CHOCOLATES

$2.00

Los árboles son bellos y el viento sopla con olores frutales. El Ávila es el monarca absoluto. Qué rico. La chica debe ser de veintipico.

La persigo. Mis ojos salpican sexo y mi cabeza es una habitación de hotel y luz tenue.

Se sienta y cruza sus dos demonios entaconados. Además, sus pechos redonditos parecen honestos, manjares hurtados de la mesa donde come Lucifer. Los labios de esta sirena son el corazón que morderé y su cabello es sedoso, como la bata que la envuelve, en el anhelo saciado de las fantasías que haré realidad.



Estoy decidido. Este volcán que me hierve y quema es mágico. Mis achaques desaparecen, me siento como cuando era quinceañero y con mis amigos salíamos a pescar lo que fuera.

Dos, tres, cuatro pasos y aquí estoy, sentado a pocos centímetros de mi musa. Su sabor debe ser más rico que la chicha que me bebí. ¿Qué le digo? ¿Cómo la abordo? ¿Cuál debe ser la estrategia; la táctica?

He de disimular. No puedo parecer un perro.

Mientras delibero como Napoléon frente a las estepas rusas, algo interfiere. Eso no estaba en los planes. Se disipa el gran momento.

La chica se levanta nerviosita y saluda emocionadita a una sombra que se acerca.

¡No me jodas!

Lo borroso se vuelve nítido.  Viste uniforme y un pito le cuelga del pescuezo.  Usa chaleco y la barba me recuerda a mi jefe, ese barrigón del carajo que es igualito al gordo de Austin Powers.

La niña y sus chorcitos asesinos se le encaraman al tipo, zampándole un beso con esos labios que yo no besaré.

Ya no me siento erotizado.

Camino por las calles. La misma bruma e idéntico el caos. Pero algo cambió dentro de mí, como si un terremoto me hubiera desplomado un techo en el cogote.  Es el maldito fiscal de tránsito. Ya no pienso en su desdicha. Esos carajos pasan el día como unos monitos malabaristas. Suenan sus silbatos y fastidian a todos. Hacen leyes y las violan. Son unos tiranos del coño.



Su sueldo lo pago yo y los pagas tú. Y los hijos de puta terminan sus jornadas facilito, Y ¿qué les espera a los muy degenerados cuando llegan a sus casas? Nada más y nada menos que una diosa de canela.



En cambio yo… abro la nevera, saco la pizza de ayer y la meto en el microondas.

Prendo la televisión y otra vez el mismo programa de siempre.

¿Y el fiscal? ¿Qué hará ese maldito?

Sí, así es… no me jodas! Caracas no es ninguna sucursal del cielo!!!


CHOCOLATES

$2.00


6 comentarios

  1. Me transporte a otras épocas. Cuando pasarla bien solo dependía de una copas de vino, unos camarones al ajillo y una persona especial al lado. Discotecas y amanecer en Parque Nacional Morrocoy o la Colonia Tovar….mierddd se me cayo la cédula

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  2. Doctor Sosa, me hizo transportar a otros tiempos, jugué a la magia de seguir todas y cada una de sus palabras maravillosas su expresión y recordé a mi hija que escribe con su misma delicadeza y sensibilidad dejando plasmado su sentir por Caracas, lo admiro y respeto como escritor y me vuelvo fanatica de sus escritos, libros oh, Dios lo bendiga

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    1. Gracias, recordé mi bella Ccs, convulsionada pero bella… Fue una serendipia haber leído esto, tengo 34 me siento aún niña, siento que no la viví lo que merecía vivirla pero feliz porque con todo y todo la tengo ahí… Consu Ávila hermoso. Dios lo bendiga Dr.

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