En “Más allá del bien y del mal”, F. Nietzsche escribe sobre los daños derivados cuando supuestas mayorías tienen la capacidad de definir el mundo, independientemente de los valores que estén en juego. Y en “El crepúsculo de los ídolos” demuestra cómo la responsabilidad individual es la médula de la Libertad.
Confundimos la esencia de la Democracia con libertinaje. El corazón de la libertad palpita con la capacidad de lograr un destino cónsono con el potencial de cada persona.
John Rawls en “Teoría de la Justicia” demuestra el cómo las personas que tienen mayores recursos son responsables finales de los caminos que tomen las sociedades donde se desenvuelven. Y en definitiva, la Democracia como sistema de vida termina siendo la estructura que adquieren los grupos sociales cuando existe un equilibrio razonable en la manifestación de las potencialidades humanas de sus integrantes.
Los más aventajados tienen el deber de respetar sus dones a través de la concepción integral de sus vidas dentro del entorno en que llevan a cabo su existencia. Aislarse del entorno y darle la espalda a la responsabilidad que el mismo implica, conlleva al caos y finalmente a la aniquilación de la civilización.
En Venezuela las personas que tuvieron las ventajas naturales y/o adquiridas se divorciaron de la realidad social y para compensar el sentimiento de culpa que se desprende de su desprecio, optaron por entregarle los destinos del entorno a una ficción democrática que no es otra cosa que caos y libertinaje.
La Libertad como responsabilidad individual implica deberes con el entorno, valentía de asumir problemas complejos y confrontarlos para lograr soluciones. El divorcio de esa responsabilidad individual con su deber implícito da como resultado lo que sufrimos en Venezuela.