Opinión política

Locos sensatos

El cable que conecta con la civilización se rompió, estamos en el limbo. Intentos de articular una vida sensata provocan una sensación desencajada, como si mamá nos vistiese con corbatín y zapatos de patente, para un concurso de talentos, patrocinado por una marca de detergentes.

Ponerse criticón por la tapicería rugosa de un avión secuestrado por una secta de talibanes, tiene el mismo sentido que analizar hoy a PDVSA, la economía o los índices delictivos.

El cable que conecta con la civilización se rompió, estamos en el limbo. Intentos de articular una vida sensata provocan una sensación desencajada, como si mamá nos vistiese con corbatín y zapatos de patente, para un concurso de talentos, patrocinado por una marca de detergentes.

En 1998 se optó por el destino que ya nos alcanzó. Es baladí hablar de país, esto es una tierra arrasada, y cualquier especulación es válida, todo es posible y nada también, aquí el surrealismo se adentró en profundidades inhóspitas.  

Ilegitimidad es un mote elegante para calificar esto que vivimos y que ya no es vergüenza, rabia ni frustración, porque esas emociones son válidas en contextos que pueden calibrarse con coherencia, y lo que sucede no es lógico ni sano.

Somos un manicomio y lo digo sin ánimo jocoso, nunca fui más literal.  ¿Cómo nos escapamos?

Las respuestas solo pueden ser individuales, en cada de uno de nosotros hay que buscarlas.

La libertad no es risa y sí la meta. No sigamos con la mímica de la democracia en el patio de recreo de una narco tiranía, juegos de racionalidad dentro del mundo de los locos, como si fuéramos pacientes haciendo de médicos, en las terapias de grupo de un lugar llamado: “Arbustos del alma”.

Superemos la psicosis, no demos más vueltas al trompo; no más giros al caleidoscopio alucinógeno que es Venezuela. Este colapso también hay que verlo como oportunidad, podemos impulsar un renacimiento.

La sabiduría popular aconseja una cucharadita de locura para soñar en grande. ¿Qué esperamos entonces? 

Aprovechemos que esa medicina – la locura digo – sí se consigue.


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