Literatura política

El piloto Jimmy y sus fieles pasajeros

El avión despegó puntual. Todos los pasajeros hacían vítores al piloto, el tal Jimmy. ¡Por fin alguien los llevará a la isla! Aplaudían, agradecían y felicitaban al tercio. Las mujeres iban a la cabina y lo besaban.


—Jimmy es el piloto —comunica el jefe.

—Pero el tren de aterrizaje no funciona. Parece que sabotearon el motor — contesta el subalterno.

—No importa coño. Que se monten en esa vaina. Jimmy está listo.

—¿Pero y si se estrellan?

—Tranquilo. Estamos cubiertos. Diles que se monten.

—OK.

El avión despegó puntual. Todos los pasajeros hacían vítores al piloto, el tal Jimmy. ¡Por fin alguien los llevará a la isla! Aplaudían, agradecían y felicitaban al tercio. Las mujeres iban a la cabina y lo besaban.


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El avión despegó puntual. Todos los pasajeros hacían vítores al piloto, el tal Jimmy. ¡Por fin alguien los llevará a la isla! Aplaudían, agradecían y felicitaban al tercio. Las mujeres iban a la cabina y lo besaban.

Pero faltando poco para concluir el trayecto, el motor falla…hasta apagarse en medio del océano.

El capitán Jimmy sale nervioso al pasillo y observa a sus pasajeros con una mirada indescifrable. Se disculpa y seguidamente abre la puerta de emergencia, lanzándose en paracaídas.

Los pasajeros horrorizados se percatan que para ellos no hay equipos de salto. Su destino está sellado. Se estrellarán en aguas profundas, frías y atestadas de monstruos marinos. Quien sobreviva el impacto, confrontará un escenario poco alentador. Unos rezan, otros lloran, más allá una chica se desmaya; el viejo insulta y las aeromozas se miran las caras con expresiones de desconcierto.



Los pasajeros horrorizados se percatan que para ellos no hay equipos de salto. Su destino está sellado. Se estrellarán en aguas profundas, frías y atestadas de monstruos marinos.

¡Splash! La nave se desbarata y pocos sobreviven…flotan agarrándose de piezas sueltas, maletas y unos cuantos salvavidas. Son horas eternas en medio de la nada, hasta que son rescatados por un crucero sospechoso, lleno de tercios que bailaban en la cubierta al ritmo de Ricky Martin.

¡Splash! La nave se desbarata y pocos sobreviven…flotan agarrándose de piezas sueltas, maletas y unos cuantos salvavidas. Son horas eternas en medio de la nada, hasta que son rescatados por un crucero sospechoso,

Los náufragos son socorridos con gracia. Los visten con ropas secas y finas, beben té de manzanilla y regresan a sus casas, tras ser examinados por varios médicos que lanzaban canitas al aire en aquel barco tan alegre.

Días después, reciben la llamada: Aerolíneas «La Unidad» les pide conservar la fe en la empresa. Dentro de pocas semanas un nuevo avión les llevará a la isla.

—¿Y el avión es seguro?  —pregunta un cliente que recordó la aleta del tiburón que le hizo compañía en las aguas solitarias. Pero el pobre infeliz recibe un pellizco de su mujer, quien le maldice por osar cuestionar a la aerolínea: ¿Acaso no quieres viajar, idiota?

A las tres semanas, los ex náufragos madrugan y arriban puntuales al aeropuerto. Están excitados y muy sonrientes. Aquel naufragio parece haberse desvanecido, como esos sueños que no vale la pena recordar.

—¿Y quién será el piloto? —pregunta Rocky, mientras asoma una dentadura poco envidiable.

—No seas imbécil vale.  ¿Quién va a ser? Es nuestro capitán Jimmy—responde una señora con cara de bulldog.

Están excitados y muy sonrientes. Aquel naufragio parece haberse desvanecido, como esos sueños que no vale la pena recordar.


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—¿El que nos abandonó a nuestra suerte, mientras él se salvaba con el único paracaídas? —pregunta un tal Luis, mientras intenta mantener sus ojos en la órbita correcta.

—¡Carajo! Hay que ver que tú si eres injusto con Jimmy. Él hizo todo lo que pudo. Si no se lanzaba en paracaídas ahora no tendríamos un piloto tan chévere llevándonos a la isla—responde una joven con cachucha de beisbolista y tetas al estilo porno.

—¿Y no sería prudente revisar bien este avión?, no vaya a ser que…—pregunta Rocky.

—Sí…pero… — comienza a decir el hombre que ahora sueña con escualos.

—Pero nada…cállate nube negra, pesimista… ¡saboteador! — responde su mujer, aficionada a los pellizcos de monja.

Y entonces se aparece Jimmy, con el uniforme reluciente y esa sonrisa de vendedor de autos usados.

—¿Listos para el viaje mis pasajeros favoritos?

— Siiiiii… —contestan al unísono… ¡Siiiii!

—Claro que sí, hermanos. ¡El tiempo de Dios es perfecto! Todos a la isla. La pasaremos buenísimo.

—Ves… gafo… te lo dije… Jimmy es bello… y nos quiere… Nos llevará a la isla.

—Ok…—contesta Rocky, como pidiendo perdón.


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