Literatura

El Imbécil

Luigi Pirandello (Agrigento, 28 de junio de 1867-Roma, 10 de diciembre de 1936) escribió El Imbécil en 1922. En esta obra, el dramaturgo italiano busca arrancarle la máscara a la hipocresía, poniendo en evidencia a un charlatán. Se trata de una historia tragicómica, donde Luca visita, en estado convaleciente, a Paroni, editor de un periódico republicano. 

El editor vive en una suerte de pocilga, y allí mismo, en otra habitación, funcionan las oficinas del periódico. Luca, de 26 años luce demacrado, famélico, y es casi un milagro que se mantenga en pie. Es obvio que se encuentra enfermo.

En algún momento de la visita, unos empleados del periódico conversan entre sí, y se oye la noticia de que un tal Lulú Pulino, quien se encontraba en terribles condiciones de salud, se ha ahorcado a sí mismo.

Al escuchar la noticia, Paroni exclama: Qué imbécil, y entonces se explica: Perdonad; pero yo digo una cosa, y es que cuando uno está cansado de la vida hay que ser imbécil para… (…)  Cuando uno está cansado de la vida y ha decidido quitársela, antes de hacerlo… ¡pardiez…! ¡Ah, qué placer hubiera yo experimentado, os lo digo sinceramente, si mi muerte hubiera servido para algo! Escuchad; suponed que estoy enfermo, y que voy a morir pronto, como él; hay un hombre que deshonra mi país, un hombre que representa para todos nosotros una vergüenza execrable: Guido Mazzarini; pues bien, lo mato y después me suicido… ¡Así es cómo se hace…! ¡Y el que no lo hace así es un imbécil! (…) ¿Y cómo es posible que no se le ocurriese, viviendo como vivía hasta hace dos horas, bajo el peso de esta vergüenza que nos aplasta a todos, que lacera el honor de todo un país y apesta incluso el aire que respiramos? ¡Yo mismo le hubiera puesto en la mano el revólver! ¡Mátalo y después mátate, imbécil!  (…) ¡Debía hacer algo mejor! Ahora lo estábamos diciendo. Puesto que tenía que matarse para bien de sí mismo, podía hacer primero un bien a los demás, a su país, yendo a Roma a matar al enemigo de todos, a Guido Mazzarini. No le hubiera costado nada, ni tan sólo el viaje; yo se lo hubiera pagado, palabra de honor… Así ha muerto como un imbécil.



Tras escuchar este discurso, Luca confiesa que él también se suicidará. Pero que antes de hacerlo, debe cumplir con una promesa hecha precisamente a ese líder socialista llamado Mazzarini: matarlo a él, a Peroni.

Ante esto, el editor reacciona aterrado y le responde que asesinarlo, en el caso de su persona, es diferente que si se tratase de apagarle la vida a Mazarinni. Pero Luca le responde: (…) ¿Diferencia? ¿Qué diferencia quieres que haya entre Mazzarini y tú, para un hombre como Pulino o como yo, a quienes no importan un comino vuestras vidas y vuestras payasadas? Matarte a ti o a otro, al primero que pasa por la calle, da lo mismo (…)

A lo que Peroni responde: ¡Ah, no, perdona! ¡Qué va a ser lo mismo! ¡En este caso sería el más inútil y estúpido de los delitos!  (…) Y Luca le espeta: ¿Entonces quisieras que nosotros, cuando llegamos al final, cuando todo ha terminado ya para nosotros, nos convirtiésemos en instrumento de vuestros odios, de vuestras rivalidades de bufón, y, si no, nos llamáis imbéciles? Pues bien, yo no quiero ser llamado imbécil como Pulino, y te mato a ti (…)



Y posteriormente le comunica a Peroni: (…) que podría también hacerlo; matarte como si nada, puesto que estas ideas no me detienen. Pero no te mato. Ni creo ser un imbécil al no matarte. Tengo piedad de ti, de tu carácter de bufón. ¡Te veo ya, si lo supiese…, desde tan lejos! Y me pareces pequeño y lindo, además; sí, un pobre hombrecillo rojo, con esta corbata que llevas (…) ¡Ah…!, pero, ¿sabes una cosa? Quiero hacer patente tu carácter de bufón (…)

Y entonces Luca le humilla, obligándole a escribir una carta, donde el editor Peroni debe escribir, de su puño y letra, entre otras, estas palabras: armado de un revólver y me ha dicho que, por consiguiente, él para no ser calificado de imbécil por Mazzarini o por cualquier otro, hubiera debido matarme como a un perro. (…) que el verdadero imbécil soy yo. 

Concluye Luca diciéndole a Peroni: Tu dignidad queda más a salvo mirando el papel en que escribes que esta arma que tienes delante. Te he dicho que quiero vengar a Pulino. Ahora, firma.



Como podemos ver en estos extractos seleccionados de El Imbécil, Pirandello nos enseña una lección de vida. En este teatro de máscaras que tantas veces es la existencia en sociedad, un show de mentiras, ilusiones y confusión, aplica a esa gente que se llena la boca con palabras rimbombantes, y juzgan a los demás, aplicándoles las sentencias morales más severas y categóricas. Juicios inquisidores que destruyen al otro, hasta que llega el momento de probar una cucharada de la propia medicina.


Basta que se trate de sus propias personas las que sean colocadas en el patíbulo de los condenados, para que se inventen las mil razones auto justificativas por las cuales a ellos sí no deben aplicárseles esas duras sentencias que, con tanto arrojo, estaban dispuestos a endilgarle a los otros. 

Así, Pirandello arranca la máscara del rostro fariseo, y lo deja al descubierto en su más ridícula desnudez de charlatán.

Esta obra es un mensaje oportuno para los criticones de oficio, las lenguas viperinas y los cazadores de brujas, que con tanto veneno buscan dañar la vida de los demás…  Quizás, expuestos como los charlatanes que son, algún día entiendan que el único payaso, triste, envenenado y amargado está frente a su espejo.



Esta obra es un mensaje oportuno para los criticones de oficio, las lenguas viperinas y los cazadores de brujas, que con tanto veneno buscan dañar la vida de los demás…  Quizás, expuestos como los charlatanes que son, algún día entiendan que el único payaso, triste, envenenado y amargado está frente a su espejo.




Luigi Pirandello (1867 / 1936)




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