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Destino, el humo y la Realidad

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño:

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

Los versos inmortales de Pedro Calderón de la Barca son la premisa obligatoria, el recordatorio para comprender qué cosa es la Realidad.  

Desde los tiempos de Platón esa discusión no se ha detenido y quizás nunca lo haga. Para el filósofo griego la vida es el ejercicio consciente de ser mejor cada día, para acercarnos a la idea de Bien, un fluir que nos permita salir de la caverna ilusoria que nos presentan como la Realidad.



El idealismo platónico siguió su curso en el pensamiento occidental, atravesó la Edad Media, superó a la escolástica aristotélica, traspasó los confines abiertos y revolucionarios de Galileo y Newton, fue considerado por Kant, luego Nietzsche se burló, Foucault entendió su arbitrariedad y Žižek sus peligros. Y ya casi termina el primer cuarto del siglo XXI y aún no hemos podido responder a esa pegunta, que asombra por su simpleza y su misterio.




Mientras las tres interrogantes – ¿de dónde venimos?; ¿Qué somos? y ¿hacia dónde vamos? – sigan sin una respuesta definitiva, hemos de aceptar que todo lo que sentimos, pensamos y hacemos está regido por una terca incertidumbre, que intenta calmarse a partir de los mitos, las religiones, el trabajo, las artes, y todo aquello que nos haga vivir el presente sin hacer de la mente una tortura, un círculo obsesivo.

Schopenhauer:

Comprendemos que lo mejor que se puede encontrar en el mundo es un presente indoloro, tranquilo y soportable; si lo conseguimos sabemos apreciarlo y nos cuidamos mucho de estropearlo con un anhelo incesante de alegrías imaginarias o con ansiosas preocupaciones cara a un futuro siempre incierto, que de todos modos está en manos del destino, por mucho que forcejemos (p.51).

Tenemos la ilusión temprana de ser dueños del destino, de marcar el paso de acuerdo a nuestra voluntad. Pero con los años vamos entendiendo la trampa de ese pensamiento, su mentira burlesca. Casi nada controlamos. John Lennon cantó a su hijo y al planeta: Life is what happens to you while you’re busy making other plans[1].



 Miguel de Cervantes nos presenta a Alonso Quijano, ese gran seductor que se transformó en Don Quijote de la Mancha, viviendo a su manera. A los cincuenta años decidió pintar con los colores de la nobleza. Las aventuras del caballero de la triste figura no son otra cosa que la manifestación de un espíritu libre, que ha entendido que la vida no tiene el porqué ser predecible, encajonada, la maqueta hecha por los otros. 

Mientras los demás ven en él locura, el enamorado de Dulcinea transforma lo predecible en un mundo de infinitos colores y matices, hechos a su medida. Su lógica jamás le traiciona, porque no está encerrada en esa cárcel de prejuicios y definiciones donde se encadenan las mentes copiadas en el humo, que los cándidos llaman Realidad.




Porque he allí uno de los principales errores y la causa de las más profundas insatisfacciones: esa insistencia por ajustarse a un modelo prestablecido de lo que supuestamente es la Realidad.

Cuando esa actitud resignada y confiada priva en el corazón humano, se activa un mecanismo cerebral que es la fórmula de la infelicidad.

Difícilmente las expectativas se cumplen cuando el fin es un modelo empaquetado por el marketing colectivo.

Todos hemos nacido en Arcadia, es decir, entramos en el mundo llenos de aspiraciones a la felicidad y al goce y conservamos la insensata esperanza de realizarlas, hasta que el destino nos atrapa rudamente y nos muestra que nada es nuestro, sino que todo es suyo, puesto que no sólo tiene un derecho indiscutible sobre todas nuestras posesiones, sino además sobre lo brazos y las piernas, los ojos y las orejas, hasta sobre la nariz en medio de la cara (Ídem. p.29).

Los deseos son insaciables. Tienen como norte las cumbres del engaño. El niño aprende que el sufrimiento es malo, que su vida debe regirse por la alegría que proporcionan los éxitos mundanos: popularidad, el trabajo perfecto, la familia hermosa, los bienes materiales y el reconocimiento.

La programación existencial no suele tabular las sombras y poco prepara para el fracaso de las expectativas. Esa insistencia en dominar el destino actúa como un parásito, que ciega a paso lento pero seguro, hasta que las luces del espíritu se apagan. 



Hay una primera lección: el sufrimiento es un elemento fundamental en la ecuación de la vida. Sin éste, poco entendemos de nosotros mismos y la empatía hacia los demás se debilita.

El dolor, las muecas, hemos de recibirlos con los brazos abiertos, entendiendo que ese es el idioma del destino, jefe supremo, maestro de los nuevos caminos.

Los horizontes que se abren son compuertas conductoras de universos posibles. Es un caleidoscopio de opciones, la conciencia que se adueña de los avatares, acogiéndoles con el ánimo de hacer de ellos la materia prima con la que se esculpe el carácter y la fortaleza espiritual.

Schopenhauer:

Una vez que un infortunio se ha producido y no se puede remediar; no permitirse pensar que pudiera ser de otra manera: como el rey David y los elefantes capturados. De otro modo uno se convierte en un torturador de sí mismo (p.47).



Pero antes de lograrlo, vivimos en el limbo, haciéndonos preguntas eternas y sin respuesta. La religión, los mitos y la acción humana son alicientes, pero no colman la región lagunar de la incertidumbre, esa sensación de no saber qué nos depara la existencia, y qué nos motiva a vivirla.

En esa zona inhóspita, el pensamiento se inclina hacia una conclusión: la vida es absurda. Sentimos la náusea de Sartre ante los dilemas incontestables. ¿Qué caso tiene vivir si igual morimos?

Sosteniendo la calavera del bufón, Hamlet reflexiona: “Hasta Alejandro terminó siendo el polvo que puede obstruir una cañería”.

Todas nuestras empresas, la gloria, el dolor, el amor… llegan a su término con la muerte. La tentación del absurdo es una sirena homérica, la voz interna susurrándonos la futilidad del intento. Y aquí es cuando la Realidad se desnuda y muestra la Nada, un lienzo en blanco frente a nuestra mirada.

Nos dibuja una morisqueta, ríe. Es la respuesta del destino fatal: su inevitabilidad.

(…) debido al poder secreto que preside incluso los sucesos más azarosos de nuestra vida, deberíamos acostumbrarnos a considerar todo acontecimiento como necesario, un fatalismo que resulta bastante tranquilizador y que, en el fondo, es correcto (…) De modo que todos los acontecimientos del mundo, tanto grandes como pequeños, son una concatenación estricta de lo que acaece necesariamente. Conforme a ello todo lo real es al mismo tiempo necesario, y no hay diferencia entre realidad y necesidad en el mundo fáctico; ni tampoco entre realidad y posibilidad, porque lo no acaecido, es decir, lo no realmente devenido no era posible, puesto que las causas, sin las cuales no pudo acaecer en absoluto, tampoco acaecieron ellas mismas ni pudieron acaecer en la gran concatenación de las causas, de modo que era algo imposible. En consecuencia, todo proceso es o necesario o bien imposible (…) (Ídem. p.76 / 79).



Reconocido y aceptado el imperio del destino, confrontados por el lienzo en blanco y su burla, toca convertirnos en pintores. Y el pincel se llama sentido. Nuestra respuesta al absurdo, decirle a éste que no es bienvenido, se determina a partir del hallazgo de ese pincel y su uso creativo.

Eso hizo Viktor Frankl al inventar la Logoterapia[2].

Nada fue más inhumano que los campos de concentración nazi. Eran la máquina ideada por la crueldad para que la dignidad del hombre quedara reducida a la del gusano. Fácil creerse una cucaracha en ese infierno. Pero Frankl hizo de su experiencia allí una escuela de crecimiento personal. Tuvo que ingeniarse su propia Realidad. Si se hubiera limitado a aceptar el mundo que le presentaban como real, no hubiese sobrevivido. Comprendiendo que la Realidad es humo, dio el primer paso de su salvación.

Entonces aparece la conciencia, terreno firme, habitada por un genio generoso. Tiene la capacidad de transformar las percepciones sensibles en una plastilina lúdica. Y así se proyecta la única Realidad que cuenta: la propia.

Frankl:

For the meaning of life differs from man to man, from day to day and from hour to hour. What matters, therefore, is not the meaning of life in general but rather the specific meaning of a person´s life at a given moment. (…) Ultimately, man should not ask what the meaning of his life is, but rather he must recognize that it is he who is asked. In a word, each man is questioned by life; and he can only answer to life by answering for his own life; to life he can only respond by being responsible (p.113).[3]



Como Segismundo, hemos de captar que la vida es sueño y los sueños son el reino de lo posible. Aceptada esta premisa, comenzamos a palpar la trascendencia de nuestra conciencia. Descubrimos al genio, que emerge con el poder de crear al mundo que vivimos, sufrimos y donde regalamos el último suspiro.

Abrazado esto como un axioma incontestable, toca comprender que el sufrimiento causado por los hechos sobrevenidos, cualquiera que éstos sean, ha de ser bienvenido. Es el material que usamos para esculpir nuestra vida con fuerza y belleza.

Nada puede perturbar la serenidad de una existencia lograda a partir de esta conciencia. El genio es generoso. No pone límites a la Realidad que podemos pintar.

Recibimos un regalo: Cualquiera que sean los golpes, donde quiera que nos arrime el destino y su fatalidad, allí tendremos el refugio de nuestra conciencia, única creadora del mundo que cuenta. Esta es la Realidad.



Fuentes consultadas

FRANKL, Viktor (1984). Man’s search for meaning. New York: Simon & Schuster.

CALDERÓN DE LA BARCA, Pedro. La vida es sueño. En: http://www.ataun.eus/BIBLIOTECAGRATUITA/Cl%C3%A1sicos%20en%20Espa%C3%B1ol/Pedro%20Calder%C3%B3n%20de%20la%20Barca/La%20vida%20es%20sue%C3%B1o.pdf

LENNON, John (2021). En: https://youtu.be/Lt3IOdDE5iA

SCHOPENHAUER, Arthur (2000). El arte de ser feliz. Barcelona: Herder.


[1] La vida es aquello que te pasa cuando estás ocupado haciendo otros planes. Ver: https://youtu.be/Lt3IOdDE5iA

[2] Ver https://psicologiaymente.com/clinica/logoterapia

[3] El significado de la vida difiere de hombre a hombre, de un día a otro día, y de una hora a otra hora. Lo que es relevante, en consecuencia, no es el sentido de la vida en términos generales, sino el sentido concreto de la vida de una persona en un momento determinado. (…) Al final, el hombre no debe preguntarse cuál es el sentido de la vida sino, en lugar de eso, lo que debe entender es que es a él a quien se le hace la pregunta. En una palabra, cada hombre es interrogado por la vida; y él solo puede responderle a partir de la respuesta de su propia vida; a la vida él solo puede contestarle siendo responsable de sí mismo. (traducción libre realizada por mí).




4 comentarios

  1. Muy buena reflexión acerca de la vida, la realidad y el poder creador del hombre. Gracias, JCSA. Me encantaron las ilustraciones, o mejor dicho, las fotos. muy representativas. Saludos cordiales.

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  2. Buenísimo. Sin embargo ¿qué sentido tiene la vida de los que pasan por ella “ sin pena ni gloria”, sin sufrimientos ni obras notables? ¿Los que viven día a día sin grandes cataclismos que superar ni grandes obras que legar?

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    1. No creo que exista vida sin sufrimiento…cada quien lleva su propia cruz y tiene su propio reto. Y cada quien debe hallar su sentido, de lo contrario el vacío se transforma en abismo. Por más elemental que sea la persona, en su contexto ha de conseguir ese sentido.

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