Literatura

El eterno retorno de la política a la Literatura venezolana

            A continuación, haremos una breve reseña de los ensayos académicos: Novela e imaginación pública en la Venezuela actual: el regreso de viejos fantasmas,de Paulette Silva Beauregard; y Lógica cultural y campo literario durante el llamado “Auge Editorial” en Venezuela, de Pedro Luis Vargas Álvarez.

            Silva Beauregard sostiene que la literatura del llamado “Ciclo del chavismo” (Miguel Gomes, 2017, dixit.) representa un retorno a los tiempos de la novela fundacional, arquetípica y cuya referencia clásica es Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos. Regresan los temas civilización – barbarie y el ansia por definirle una identidad al país.  Se trataría de la vuelta circular al pasado —“un eterno retorno o una noria infernal”—, resucitando fantasmas representativos del Cesarismo Democrático de Vallenilla Lanz, insistiendo con terquedad en una forma de concebir a la nación que nos ancla en tiempos que no parecen superarse.




Paulette Silva Beauregard

            Venezuela luce condenada a repetir el pasado, en una suerte de maldición de Sísifo que tapia al ámbito cultural con su roca eterna, no dejándonos salir de ese laberinto, impregnando a las letras de un realismo que se transforma en la estética dominante. El debate maniqueo de la política, con dos aceras enfrentadas de oficialismo y oposición, se convierte en la narrativa preferida de los escritores. Así, el género del ensayo cobra protagonismo y su producción entra en la lista de los bestsellers. En una búsqueda de respuestas a las incertidumbres del presente, los lectores acuden a las librerías para comprar libros de historia y las novelas que recogen el drama político y lo interpretan.

            Paulette Silva usa como ejemplos Falke, de Federico Vegas; La otra Isla y El Pasajero de Truman, de Francisco Suniaga. En el primer caso, afirma que el autor reivindica la figura de Gallegos y le rinde honor a las luchas caudillistas, propias del siglo XIX y de inicios del XX, cuando la puja por el poder se resumía a la aventura de irrumpir, derrocar al caudillo y refundar la patria con un nuevo mandamás. Por su parte, en La otra Isla, mediante el encuentro del personaje alemán con la práctica de las peleas de gallo y los pescadores de Margarita, Suniaga retrata lo identitario. Y con El Pasajero de Truman, en Diógenes Escalante “la historia nacional se convierte de manera significativa en la biografía de un hombre”.



            Pedro Luis Vargas coincide con Silva en que la estética que predomina en estos tiempos, “el ciclo del chavismo”, es la que traslada la realidad al territorio ficcional de la novela. Y menciona tres giros hacia el mercado: El primero, que consiste en desplazar la política; el segundo, donde se desplaza la autonomía y un tercero, que consistiría en lo que él denomina “literatura y el espectáculo de la polarización política”.



Pedro Luis Vargas (1977 – 2020)

            Con notable influencia del filósofo Slavoj Žižek, el eje central de Vargas es la denuncia del peligro que surge cuando se empuja el asunto político al universo de la literatura, que según él pareciera que debería ocuparse exclusivamente de mundos inventados, que trasciendan la realidad y hagan viajar la imaginación hacia otros derroteros: “el proyecto literario novela fue intervenido por el poder político-económico; y el enunciado novelesco y su proyecto creador cedieron autonomía para convertirse en comercial y políticamente comprometidos” (resaltado nuestro).



            Para Vargas, al convertir la estética literaria en un síntoma del acontecer nacional, se mancha el oficio del escritor y se caricaturiza el drama, se transforma la genuina lucha en un asunto comercial, y así se banaliza la tragedia y nos condenamos a no producir una verdadera oposición a la catástrofe oficialista: “(…) la institución literaria venezolana colapsó”. Según este crítico, los escritores de la otra acera, la que enfrenta al régimen, al comprometerse con la cotidianeidad, terminan mimetizando a quienes ideologizan con la doctrina chavista. Entonces todo se vuelve un asunto de mercado, y la auténtica pugna se diluye en la nada.



            Al leer estos ensayos, lo primero que llama la atención es el maniqueísmo de los críticos y su sesgo respecto a lo que debe ser la actividad literaria. Y lo segundo, ellos mismos parecen ser parte del síntoma que denuncian, como un recurrente obsesivo (Silva) y/o peligroso (Vargas).

            El beber de lo cotidiano, para llevarlo al mundo de la ficción, es una práctica que han seguido los escritores desde tiempos inmemoriales, en cualquier cultura. Desde Homero, pasando por Balzac y Kafka, hasta García Márquez, Vargas Llosa y Fuentes, la Literatura ha reflejado el acontecer político y ha tratado de expresar las angustias de una sociedad frente al poder. 

            La estética no tiene el por qué sufrir. Si hay talento, la escritura que refleje estos vaivenes se expresará con belleza y sin menoscabar la función creadora del hacer literario. Mientras el país no logre una armonía duradera, es utópico e injusto pretender lo contrario de las letras.


Agradecimiento a Argenis Monroy Ph.D.



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