F. Scott Fitzgerald le puso una lupa al Sueño Americano, para así mostrarle al lector sus imperfecciones y peligros implícitos. La misma biografía del escritor refleja lo que quiso plasmar en su obra. Las ilusiones rotas, a partir del transcurrir de la vida y el encuentro con una sociedad que se vuelve como un laberinto de espejos, donde nada termina siendo real. El autor nos enseña, en especial en El Gran Gatsby, que el Sueño Americano es una ilusión, que fácilmente se puede transformar en delirio. El alcance de la riqueza material, aún por medios ilícitos, se vuelve una carrera donde la persona va dejando en el camino mucho de su individualidad.

En el afán de ser aceptado y reconocido por los otros, el individuo comienza a imitar modelos y asumir la idiosincrasia de la imitación. Las fiestas de Gatsby son elocuentes. Allí hay despliegue de riqueza, de éxito material y social, pero no hay humanidad, tampoco honestidad en los sentimientos y las expresiones de afecto. Todo es una imposición a la que comienzan a vérsele las costuras al sentirse el vacío que hay por detrás. La carrera de Gatsby por formar parte de ese mundo, estaba fundamentada en un espejismo. El autor nos lo retrata a partir de la figura de Daisy. El amor de Gatsby es iluso, porque no se corresponde con la persona de la amada que nos retrata Fitzgerald. Aquí vemos la metáfora del Sueño Americano materializada en esa visión fantasmática, y en la luz verde al fondo, lejana, que no se alcanza nunca.
El Sueño Americano que nos dibuja Fitzgerald es precisamente eso: un sueño, que muy fácilmente puede devenir en locura: la ansiedad de la búsqueda de un fin que no es otra cosa que palmeras y cascadas en medio del desierto; una proyección de deseos y anhelos que difícilmente pueden materializarse en la realidad. Riqueza, fama, aceptación social, cuando se transforman en el sentido de la vida de una persona, se tornan pesadilla, al dejar solo vacío y la sensación de haber vivido una mentira.
Y ese Sueño Americano de Fitzgerald está muy vigente en la actualidad.
Se expresa con claridad en lo que uno ve en Instagram y en lo que Vargas Llosa ha denominado: La Civilización del Espectáculo. Los reality shows, las vidas perfectas que se retratan en las redes sociales, todo es señal de un mundo fundamentado en espejismos, en la búsqueda de objetivos materiales que terminan siendo una trampa, como los filtros de las fotografías y las sonrisas que esconden tristeza y sensación de vacío.
Ese ruido que se percibe hoy, esa necesidad de gustar, de ser popular, es una forma de perseguir el Sueño Americano, de coronar eso que se vende como éxito y fama. La carrera por conseguirlo, es la persecución de un conejo esquivo, que se mete por un hueco donde el mundo se convierte en en el reino de Morfeo: lo que enseña el mass media y las redes sociales, los fake news y las Kardashian… un sueño que con facilidad puede transformarse en delirio, algo que no termina bien.
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Dijo una amiga que vive en Chile: las fotos del facebook de una gran mayoría de personas aquí, son un montaje de vida que no tienen
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