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La magia de Sófocles

¿A qué le huía Antígona? Ella misma manifestó que su hermano era irremplazable, pero, ¿sería esa su genuina razón? ¿No estaría huyendo de la posibilidad de engendrar “monstruos”? ¿No estaría pagando alguna culpa de su padre, como en efecto le espetó el coro?

            Sófocles logró en sus tragedias reivindicar a la mujer, erigiéndola como un ser humano con la misma capacidad que el hombre para tener luz y sombra. La complejidad psicológica del sexo femenino está presente de manera elocuente en Electra (410 / 418 a.C.) y Antígona (441 a. C.). Allí vemos todas las emociones en juego, así como el ejercicio intelectual de argumentar, reflexionar y sacar conclusiones: “Por primera vez aparece la mujer como representante de lo humano con idéntica dignidad al lado del hombre” (Jaeger, 1987, p. 258).  

                      La fuerza de estos dos personajes y el universo existencial que evidencian son signos de una compleja vida interior, riquísima en matices y posibilidades.

            Electra está consumida por el odio a su madre y a Egisto, el amante de ésta. Pero esa rabia es producto del amor, del hermoso sentimiento que abriga hacia su padre Agamenón, al cual servía con entrega y resignación. También el amor profesado a su hermano Orestes está salpicado de poesía y esperanza. Aunque le idealiza: “¡Oh recuerdo que me queda de la vida de Orestes, el más querido para mí de los hombres!” (v.1125), se nota en su afecto una capacidad de sentir emociones sublimes, que contrastan con las bajas pasiones que se le desataron a causa del asesinato de su progenitor.

            En Electra también vemos a la mujer resignada a ocupar un lugar marginal en la sociedad griega. Las expectativas de la polis eran que toda mujer se dedicara al Oikos (al hogar), por lo que debía contraer nupcias y engendrar hijos: “El rol de la mujer como ciudadana en relación a la polis era la producción de herederos legítimos para el Oikos” (Pomeroy, 1999, 76).  


Kristin Scott Thomas interpretando a «Electra» en el «Old Vic Theater» de Londres. Credit…Johan Persson

            Sófocles nos permite imaginarnos que Electra podría tener algún futuro en ese aspecto, ya que sobre ella no pesa una maldición, aunque no sabemos qué tanto afectará a su buen nombre las acciones vengativas de su hermano. Pero una vez liberada de su madre y de la nefasta influencia de Egisto (quien no deseaba que nadie le hiciera sombra), quizás un camino se abrió para que Electra lo tomase y eventualmente lograse materializar las expectativas griegas respecto al rol de la mujer en la sociedad.

            Por su parte, Antígona también es un personaje de gran complejidad psicológica y emocional. Sobre ella sí pesa una maldición poderosa: el hecho de ser producto de un incesto, rodeado de dolor, estigma y muerte. La historia de Edipo, el suicidio de su madre y la mancha que marca su apellido, son influjos poderosos, que deben ser tomados en cuenta cuando se analiza su psicología y el móvil de sus acciones.

            Es cierto que, pese a la maldición familiar, sus dos hermanos, Polinices y Eteocles, llegaron a reinar en Tebas, pero la muerte de éstos, trágica, con un simbolismo inmenso, es un dolor que se suma al universo de dolores que Antígona carga sobre sus hombros. No solo es hija de un incesto, sino que también es la hermana de dos personas que, pese a su filiación, se enfrentaron como enemigos y en duelo acabaron sus existencias.

            Quizás tomando en cuenta estos factores se entienda mejor la posición que adoptó frente al decreto de su tío, el rey Creonte. A juzgar por su propia afirmación, lo que le impulsó a entregar su vida no fue su convicción acerca del peso de la voluntad de los dioses respecto a la Ley humana. Si hubiese sido un tema de convicción religiosa o moral, Antígona hubiera tomado esa voluntad divina con criterios absolutos e inflexibles. Al no hacerlo: “Pues nunca, ni aunque hubiera sido madre de hijos, ni aunque mi esposo muerto se estuviera corrompiendo, hubiera tomado sobre mí esta tarea en contra de la voluntad de los ciudadanos (…)” (Ant., vv. 905,915)., se puede concluir que ese no fue el motivo de su accionar. Para ella, al menos de manera formal (ya veremos que hay otra interpretación), se trataba de salvar la dignidad de su hermano Polinices, y, en cierta medida, también su propio nombre, el de su familia, que ya tenía suficiente historia trágica ensombreciéndolo.


Soledad Barrio interpretando a «Antígona» en Nueva York

            También podemos intuir una culpa y un miedo sublimados. Una persona que está comprometida en matrimonio, en este caso con Hemón (hijo de Creonte), tiene suficientes razones para vivir, en especial cuando se trata de un hombre que es capaz, y de hecho lo fue, de morir por su amor.

            ¿A qué le huía Antígona? Ella misma manifestó que su hermano era irremplazable, pero, ¿sería esa su genuina razón? ¿No estaría huyendo de la posibilidad de engendrar “monstruos”? ¿No estaría pagando alguna culpa de su padre, como en efecto le espetó el coro: “(…) Estás vengando alguna prueba paterna” (Ant., v. 855)?

            Lo cierto es que Antígona decide darle la espalda al rumbo que llevaba su vida: matrimonio y procreación de hijos, para suicidarse. ¿No tenía acaso la posibilidad de lograr su propósito por otras vías? ¿No era Creonte su tío y su futuro suegro?

            De seguro al menos tuvo el chance de negociar, de argumentar frente al rey la importancia de no jugar con la voluntad de los dioses (cuando le argumenta a Creonte, ya está condenada y su chance anulado).

            Pudo también reunirse con el oráculo Tiresias y apalancarse de su influencia para ser más convincente frente a su tío. Pero no. De una prefirió la muerte. Su actuar fue inmediato, no pensó en Hemón ni en la vida familiar que le esperaba. Escogió morir. Esa decisión está marcada por un sello psicológico de mucha intensidad. Nos resulta difícil creer que tras sus acciones no hubiere un motivo fantasmático, velado, secreto e inconfesable.

            Al concluir la tragedia, a uno le quedan muchas preguntas sin responder, y allí radica la magia de Sófocles. Respeta a su público, y deja que seamos nosotros quienes saquemos las conclusiones. La nuestra es que Antígona deseaba irse de este mundo y usó a Polinices como excusa.





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