Literatura Opinión política

Satélite Humano

El «marxismo cultural» se inyectó en las venas de las universidades, de los organismos internacionales, de las ONG’s, de las películas de Hollywood, de las series televisivas y de los talk shows de Nueva York. Las revoluciones se volvieron «cool» y las barbas ensangrentadas de los Fidel Castro del planeta fueron un nido para los pájaros de la política mundial. Y entonces, las cosas cambiaron. 

«Satélite Humano» es la reciente novela del escritor Numa Frías Mileo. En ella encontré una mezcla de géneros: literatura, periodismo e historia, que resulta cónsona con los tiempos que vivimos, donde se hace natural que los otrora compartimientos estancos del saber se fusionen, ofreciéndonos una realidad donde la ficción es una quimera, en el sentido de que parece ser irrelevante ante un mundo que se ha hecho más virtual que real. 

El trillado «la realidad supera a la ficción» suena extemporáneo, en un siglo donde «Instagram» y «Tic Tok» construyen espejismos vitales, que cualquier náufrago existencial toma como ciertos.   

Las fronteras entre realidad y fantasía se difuminan como el humo de los magos. «La vida es sueño», escribió Pedro Calderón de la Barca. Segismundo regresó a su prisión sin comprender que lo vivido como tirano había sido un experimento, una realidad efímera que para él no fue diferente al universo onírico de sus cuatro paredes enrejadas. 

Así es Venezuela, así parece ser el mundo del presente. Los relatos van y vienen, hoy son escándalo y mañana no existen; relámpagos noticiosos truenan las veinticuatro horas del día, mientras los cerebros humanos han de engullir, cada segundo, platillos mezclados con el hambre africana; el herido ucraniano; las nalgas de Kim Kardashian; el perrito extraviado en una calle olvidada; el GoFundMe de alguien que sólo encontró fantasmas como hospitales; ayudas humanitarias mutadas en mansiones, trajes costosos, viajes en primera clase y habladores de paja en Manhattan, Bogotá y Madrid; un virus mortal volando por los aires; aquel fraude electoral que hizo de la democracia la máscara perfecta de los asesinos; Chile suicidándose; hombres que ganan medallas olímpicas disfrazados de mujeres y damas que se dejan crecer el bigote y exigen que les llamen «Bruno» y no  «Beatriz». 

El mundo que vivimos gira dentro de una matriz enloquecida, donde lo que antes era ya no es, y, lo que sí es, apenas asoma el cogote y parece ser la cabeza de un monstruo mucho más extraño que cualquier Frankenstein imaginado por una mente romántica.

El monstruo que está surgiendo en estos tiempos post modernistas no tiene alma y sí mucha hambre, un apetito voraz que se está tragando a los significantes del pasado para vomitarlos como garabatos semánticos, manipulados y peligrosos. 

Se trata de un mundo donde la tecnología progresa exponencialmente y nuestra especie sufre cambios significativos, cuya invisibilidad actual dará paso al encandilamiento producido por el surgimiento de nuevos humanos, que profundizarán los abismos entre unos y otros.  

Esta matriz en donde hoy estamos atrapados es la burbuja que emana del mundo sumergido en las profundidades del post modernismo y la deconstrucción de lo que alguna vez constituyó la civilización occidental. 

Es el resultado de un proceso concebido hace cien años por un grupo de intelectuales que conformaron la «Escuela de Frankfurt», quienes entendieron que el poder no residía en el control de los medios de producción, como explicó Marx, sino en el dominio de los medios de comunicación, capaces de literalmente crear la realidad, penetrando en la mente humana para fabricar dentro de ella los significantes del mundo que percibimos. 


ESCUELA DE FRANKFURT


El «marxismo cultural» fue la ideología ganadora tras el triunfo de la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial y la consolidación del comunismo como doctrina rectora de los destinos del 70% del planeta.  

El «marxismo cultural» se inyectó en las venas de las universidades, de los organismos internacionales, de las ONG’s, de las películas de Hollywood, de las series televisivas y de los talk shows de Nueva York. Las revoluciones se volvieron «cool» y las barbas ensangrentadas de los Fidel Castro del planeta fueron un nido para los pájaros de la política mundial. Y entonces, las cosas cambiaron. 

A partir de la consolidación de la ideología marxista, los valores occidentales se fracturaron y por sus grietas se coló el veneno que se bebió la Tierra. Los espejismos proyectados por los efectos de la fórmula confundieron a las mayorías. 

Fukuyama no erró cuando proclamó el fin de la historia con el derrumbe del muro de Berlín. La ilusión de una victoria de Occidente sobre el comunismo duró poco. Sí hubo un fin. No del comunismo, sino de la libertad. 

Allí estuvo el truco de magia. Se reflejó la ilusión de una derrota, pero sólo para que el marxismo emergiera más fuerte y con un disfraz mejor. 

De los escombros del derrumbe emanó una criatura con sed de venganza. Para materializarla, la bestia berlinesa se armó con el «marxismo cultural» y creo un aparato circulatorio con sus arterias tejidas a lo largo y ancho del planeta. Por allí fluyen los fondos del narcotráfico, pulverizando a las mentes juveniles con drogas alucinógenas y esclavizadoras. 

Así surgió el «Foro de Sao Paulo» y así se fortalecieron los grupos terroristas que explotan bombas en París y desestabilizan al resto de Europa. 



Gracias al poder alcanzado, el «marxismo cultural» desmoronó las bases del liberalismo y penetró a los gobiernos, poniendo títeres en todos los escenarios visibles. 

Venezuela fue su conejillo de indias, la rata de laboratorio diseccionada para comprender cómo podía destruirse un mundo sin disparar balas de plomo, con el sólo empuje de narco fondos y la manipulación de los significantes: fraudes repetidos una y otra vez hasta volverlos orgánicos y naturales. 

Y aquí es donde la novela «Satélite Humano», de Numa Frías, llega como un faro que alumbra el cementerio y le da una explicación al sobreviviente. Este libro es necesario por diversas razones:


Numa Frías Mileo


 Primero: su lucidez para describir la telaraña tejida por el marxismo, para circular con drogas y transacciones bancarias por el torrente sanguíneo del planeta. 

Segundo: para comprender cómo funciona el negocio de la droga y la fuerza de su influencia para sostener títeres políticos y destruir a la juventud. 

Tercero: para recordar la complicidad de una sociedad en el proceso de su propio aniquilamiento. El recuento histórico de una traición.

Cuarto: para reflexionar sobre la puja entre la búsqueda de respuestas y el encuentro con soluciones que sólo profundizan el abismo de la existencia. 

Quinto: como testimonio de un venezolano que luchó por su país —algo que me consta—   y hoy vive en un exilio provocado por la asfixia de una civilización hundida en las aguas del marxismo. 

Sexto: como ejemplo de una literatura valiente, que no teme confrontar al monstruo deconstructivista y clava la bandera de la libertad en su propio cementerio, como una mano que surge de la tierra y se aferra a su lápida.

Séptimo: como evidencia de unas letras bien construidas y con brillos de talento, que funcionan como pinchos para los globos tóxicos, que constituyen la mafia de ñángaras que pretende seguir secuestrando a la literatura venezolana. 


«Satélite Humano» es una lectura importante, que toda persona interesada en la libertad debería leer. 

Felicitaciones al escritor Numa Frías Mileo. Doy gracias por su texto y por su valentía.

El satélite humano, y no sólo el de su libro, flota solitario y útil, como una luz que brilla en el espacio exterior, alertando acerca de los peligros del postmodernismo marxista, que está fabricando un infierno en la Tierra. 







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