INTRODUCCIÓN




El Quijote ha formado parte de mi vida. Representa mucho más que un libro. Contaba con seis años la primera vez que conocí a la ciudad de Toledo. Recuerdo ese viaje como si fuera ayer. Mis padres me obsequiaron una estatuilla de Don Quijote, que aún conservo. Es un tesoro. Tiene un significado íntimo. Caminaba los empedrados manchegos mientras me preguntaba: “¿Quién es este personaje que encuentro en cada esquina y del cual todos opinan?” «El loco Don Quijote».

Luego mi madre me regaló una versión infantil de la obra y quedé encantado con sus peripecias; a carcajadas me reía con sus disparates y, desde luego, con Sancho Panza. “Los dos héroes de Cervantes son simplemente los dos personajes literarios más grandes de todo el canon Occidental” (Bloom, 2017, p. 119). Con el tiempo decidí leer el libro completo. Fue una experiencia reveladora. Encontré un espejo. En él me sentí reflejado de muchas maneras. Yo conocía la tristeza y sabía hasta dónde es capaz de transformar la existencia. Me gustó Don Quijote.
Sentía que éste fue la metamorfosis que escogió Alonso Quijano para confrontar pesares, cambiar su mundo y salvarse del vacío de sentirse perdido. Me hice amigo de Don Quijote. Lo sentí cerca. Asociaba sus aventuras con no pocas de mis inquietudes. No hallarse en la vida, verse uno mismo como extraño, hace que nos hagamos preguntas respecto a cosas que otros dan por sentadas. No es fácil cuando uno siente que no encaja, y, si eres joven, puedes desesperarte, hacer disparates, que te marcan para siempre.
Sigues tu vida, intentas comprender, pero te cuesta asumir la realidad tal y como te la presentan. No te gusta mucho de lo que ves, no aceptas que las cosas son como te dicen que son, deseas ver la realidad con otros ojos y te esfuerzas por cambiarla. Entonces comprendes que hay cosas del mundo que jamás cambiarás y te resulta difícil resignarte. Pero el destino se encarga de enseñarte que el error estuvo en el enfoque, pues el mundo que tienes que cambiar es el que llevas dentro de tu cabeza, no el mundo de los demás. Asimilas las lecciones con cada golpe y buscas caminos nuevos. Te reinventas. Asumes la existencia con ojos que te permiten ver el milagro de vivir.
Don Quijote es todo eso. Siente el abismo y busca respuestas. Sale al mundo y recibe golpes, uno tras otro, pero se levanta y sigue cabalgando. Lucha por cambiar al mundo, pero ese mundo no puede ser cambiado. Entonces se fabrica su propia realidad y diseña un juego para ser feliz. Es una aventura difícil de ser comprendida desde afuera; de hecho, no está diseñada para ser comprendida por nadie. He allí su magia. Su figura simboliza el infinito de las posibilidades. “El Quijote más que un símbolo es un misterio” (Pérez Borbujo, 2010, p. 17).
Voltaire se inspiró en Don Quijote para crear a Cándido, el hombre que soñó con cambiar al mundo y concluyó que ese mundo era su jardín.
Herman Melville dio luz al Capitán Ahab, pero su visión de Don Quijote fue lúgubre, sólo vio el ánimo poseído y no al hombre poseyendo al ánimo.
Franz Kafka no quiso quererlo. Se quedó con Gregorio Samsa, que se volvió insecto.
Ernest Hemingway abrazó su soledad. Hizo que su viejo se fuera a la mar.
Son múltiples las lecturas que podemos hacerle al Quijote. Pero es tan fácil amarlo que se dificulta no tener una posición personal. La mía, admito que lo es. Mi hogar tiene a Don Quijote en sus espacios. Para mí, el Quijote es la vida. En este sentido, me identifico plenamente con el sentimiento que Francisco Javier Pérez (2005), profesor y numerario de la Academia Venezolana de la Lengua, expresa cuando escribe lo siguiente: “Con esta experiencia de lectura supe, con el Quijote, el significado de la palabra cicatriz. Para mí ya no sería ese libro un libro; sería una cicatriz: un rasgo imborrable en el cuerpo y en el perpetuo espíritu” (p. 126).
Por eso decidí rendirle un pequeño homenaje al Quijote, que es mi agradecimiento por todo lo que me ha dado. Ese es el motivo del ensayo que hoy les presento. Quise indagar sobre la «realidad» y la «libertad individual» asociadas con Don Quijote, intentando desprenderme de mis propias emociones.
Entendí que eso es imposible, aunque intuí que no sería un problema, sino todo lo contrario: me ayudaría a disfrutar cada hora invertida. Así las cosas, he procurado darles un contenido académico a mis emociones y evaluar hasta qué punto podían justificarse a través de la teoría literaria y filosófica.
Eso me dio la oportunidad también de rendirle un modesto homenaje a otros de mis grandes compañeros de soledad: Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Friedrich Nietzsche, Arthur Schopenhauer, Martin Heidegger, Miguel de Unamuno, Arturo Uslar Pietri, Erich Fromm, y, muy especialmente, Viktor Frankl, a quien considero una de las personas más importantes que han pisado la Tierra. Su mensaje es sencillo y tiene el poder de transformar el mundo, el que cuenta: el propio mundo.
Desde su publicación en el siglo XVII, sabemos que el Quijote constituye un referente canónico de la literatura universal: “posiblemente sea el único par de Dante y Shakespeare en el canon occidental (…) En cierto sentido, sólo Cervantes y Shakespeare ocupan la más alta eminencia; no se les puede superar, porque siempre van por delante de uno” (Bloom, 2017, p. 105). El Quijote es el ejemplo a partir del cual se miden las obras literarias posteriores de cualquier época y género. El universo que comprende su análisis y bibliografía no se explora completo con un trabajo como este y me cuesta creer que exista alguna manera de hacerlo. Apenas palpamos algo de su superficie.
Sobre el Quijote se han pronunciado incontables críticos en todas las lenguas, así como filósofos, escritores y académicos de las letras. Hay huellas del Quijote en la literatura, la filosofía, las artes plásticas, el cine, el teatro, la música, la cultura popular y demás manifestaciones creativas del ser humano. Sería utópico pretender decir algo nuevo sobre los más de cuatro siglos que tiene el Quijote navegando las aguas del pensamiento humano que le interpreta y analiza. Recordamos a Guillermo Sucre (2016): “En una época como la nuestra, en que todos quieren ser originales, la mejor forma de serlo es dejándolo de ser — observa Borges maliciosamente, en un ensayo” (p. 198).
Nuestra intención es ofrecer una lectura personal del Quijote, que evidencie las emociones que nos produce y el pensamiento que nos estimula, muchas veces coincidente con el de otros lectores del libro (coincidencias que celebramos y resaltamos); pero que intentaremos ofrecer desde la ventana de nuestras íntimas percepciones, sustentadas por nuestra experiencia vital y las lecturas que hemos realizado de pensadores y críticos de todas las culturas, en especial los de la tradición occidental europea y americana.
Don Quijote es una figura autónoma. Emergió de las páginas cervantinas para cabalgar los tiempos, inspirando ideas, ideales y empresas de toda índole. Rocinante terminó siendo mejor que Clavileño, porque hizo posible que su jinete traspasara los sueños. A lo largo de los años hemos constatado cómo El Caballero de los Leones pone sus huellas en cualquier mundo. Todos quedamos hechizados con su magia y por la sabiduría que se desprende de cada una de las páginas que le dieron vida.
Este ensayo se abordará a través de un sistema teórico, en el que convergen las teorías filosóficas de pensadores clásicos y contemporáneos, así como algunas teorías científicas, estas últimas presentadas esencialmente en el «Capítulo III».
Está concebido en la modalidad de la investigación documental y el nivel de investigación es descriptivo[1]. La primera fase consiste en la documentación de un sistema teórico, que servirá como fundamento de nuestro análisis. Este marco teórico se hizo a partir de dos ideas: las nociones de «libertad individual» y de «realidad». La teoría funcionará en conjunto y así obtendremos una visión sobre la libertad individual del personaje «Alonso Quijano» (y su alter ego «Don Quijote») y las implicaciones que tienen las realidades múltiples y la infinidad interpretativa de los textos para comprender esa libertad. Se analizará la obra Don Quijote de la Mancha empleando las dos partes del libro («Aventuras en las tierras de La Mancha y Andalucía», en la primera parte; y «Aragón, Cataluña hasta Barcelona», en la segunda) y las tres salidas de Don Quijote, dos de ellas acompañado por su inolvidable escudero: el leal y noble Sancho Panza.
Para sustentar nuestra aproximación teórica, a partir de un estudio multidisciplinario, seleccionamos las ideas sobre la «libertad individual» y las «realidades múltiples» de reconocidos filósofos y teóricos de la tradición filosófica y literaria occidental. Nos hemos propuesto demostrar que Alonso Quijano optó por transformarse en Don Quijote de la Mancha poniendo en práctica su libertad individual, en pleno ejercicio de su consciencia y entendiendo que la realidad es un constructo humano, subjetivo y arbitrario, que puede modificarse a partir de sus múltiples interpretaciones. Así mismo, nuestro objetivo también consiste en demostrar que la percepción que se tenga del personaje cervantino y del Quijote responde igualmente a la multiplicidad de interpretaciones que pueden hacerse a los textos literarios.
Para el logro de estos objetivos, el corpus de los autores seleccionados abarca desde pensadores de la antigüedad clásica hasta figuras contemporáneas de las letras, la filosofía, la psicología y la física teórica. Empleamos la filosofía idealista de Platón; y, para una visión moderna, incluimos a otros filósofos, escritores y científicos: El núcleo del marco teórico lo comprenden, además de Platón: John Stuart Mill, Erich Fromm y Viktor Frankl. Y para complementar y confrontar las ideas: David Hume, Arthur Schopenhauer, Henry David Thoreau, Friedrich Nietzsche, José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Martin Heidegger, Jorge Luis Borges, Roland Barthes, Michel Foucault, Octavio Paz, Arturo Uslar Pietri, David Foster Wallace, Donald Hoffman, Alexander Vilenkin, Brian Greene y Michiu Kaku, entre otros notables pensadores que también incluimos.
Con estas nociones: «libertad individual» y «realidad», una vez fundamentado su alcance, obtuvimos la herramienta teórica para abordar al Quijote y evaluar al hidalgo Alonso Quijano y su metamorfosis en el caballero Don Quijote de la Mancha. Nuestro objetivo final es comprobar si sobre la base de estos postulados, que incluyen teorías sobre la multiplicidad interpretativa de los textos, se puede entender al personaje Don Quijote de la Mancha como un símbolo de la libertad individual.
Como puede deducirse de esta introducción, para la fluidez de la lectura y en el intento de aportar al máximo un pensamiento autóctono, hemos optado por la tipología textual del ensayo, conservando intacta la metodología necesaria para respetar el carácter investigativo y el rigor académico que comporta una obra de esta naturaleza.
Ojalá logremos colocar un grano de arena en este universo infinito del Quijote. El esfuerzo de hacerlo sin duda valió la pena.
[1]“Se entiende por «Investigación Documental», el estudio de problemas con el propósito de ampliar y profundizar el conocimiento de su naturaleza, con apoyo, principalmente, en trabajos previos, información y datos divulgados por medios impresos, audiovisuales y electrónicos.
La originalidad del estudio se refleja en el enfoque, criterios, conceptualizaciones, reflexiones, conclusiones, recomendaciones y, en general, en el pensamiento del autor (…) Según los objetivos del estudio propuesto y las disciplinas en las cuales se ubique su temática, los trabajos de investigación documental pueden ser: (…) Estudios de desarrollo teórico: presentación de nuevas teorías, conceptualizaciones o modelos interpretativos originales del autor, a partir del análisis crítico de la información empírica y teorías existentes” (Universidad Pedagógica Experimental Libertador, 2012, p. 20).

Brillante tributo a nuestro Grandioso Quijote, ser muy avanzado para su época…Me parece preciso y particular su análisis, genial su manera de verlo, no lo había visto de ese punto con tan grandes plumas y mentes !!
Saludos Dr Sosa
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Muchas gracias por sus estimulantes palabras Morelba.
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