
El bar de las verdades tristes
El sujeto del cuero cabelludo desértico y los michelines gandoleros no para de hablar. Gesticula con el ánimo que sólo el efecto etílico es capaz de producir. Se muestra seguro de sí mismo. En su mente debe existir una fotografía del macho alfa ideal y gracias a los tragos esa foto es él. Su ímpetu es admirable. Me recuerda al perrito de mi vecina, con sus ojos saltones y la colita eléctrica, ladrándole a perros que podrían tragárselo completo de un sólo bocado.