Tuve la oportunidad de ver la película Replicas (2018), con Keanu Reeves, dirigida por Jeffrey Nachmanoff[1]. Aunque no pueda decir que se trata de una gran obra cinematográfica – quizás es todo lo contrario – lo que sí es evidente es que de la misma podemos extraer importantes reflexiones sobre la Inteligencia Artificial (IA) y el impacto que puede o no tener la misma en la filosofía ontológica del ser humano. ¿Hasta dónde será posible avanzar en el desarrollo de estas tecnologías? ¿Es posible que en algún futuro el Hombre sea capaz de diseñar a otro ser humano, que sea literalmente una copia de sí mismo? Porque no nos referimos simplemente a una clonación, sino a la posibilidad de producir a una persona con el mismo software cerebral.
En Replicas, un científico – Will Foster – trabaja en una empresa en Puerto Rico. Su función es recibir cuerpos donados, que se acercan al umbral de la muerte, pero aún conservan intactas las funciones cerebrales. En pocas palabras, son cuasi cadáveres cuyas mentes pueden ser extraídas de su cerebro e insertadas en un programa de computación, capaz de hacer un mapa con la red neuronal del donante. Puede replicar al 100% la actividad cerebral del sujeto y trasplantársela a un cerebro sintético, que se le coloca en la cabeza a un robot.
En un principio, Will Foster hace la prueba y cuando activa el dispositivo, algo no está bien. El robot se despierta y prácticamente en el acto, inicia una secuencia de agresividad que atenta contra la vida de los científicos que tiene de frente. Aunque parece que el cerebro efectivamente tiene la actividad esperada, el ente, cuando se percata que su cuerpo es un armazón artificial, se arranca los cables y comienza la rebelión. Se pone tan peligrosa la situación, que Will Foster se ve compelido a desconectar al robot. Esto hace que aparezca la duda respecto al avance de sus investigaciones. ¿Qué puede estar ocurriendo?
Seguidamente, el científico se marcha a su casa y emprende un viaje con su familia. Pero cuando va manejando por la autopista, sufre un accidente y su esposa y tres hijos fallecen. En el acto, se comunica con su asistente, y éste acude con toda la maquinaria necesaria para preservar el software cerebral de las víctimas. Entonces, le pide a su ayudante que extraiga del laboratorio los dispositivos utilizados para clonar seres humanos de una forma acelerada. El dispositivo permite que, en cuestión de semanas, los cuerpos alcancen las formas exactas de los sujetos que replican. Y en cuanto a las mentes, Will Foster se encarga de hacerles un mapa de todas sus redes neuronales, para implantárselas a los clones y así tener a sus familiares de vuelta a la vida.

Pasa el tiempo estipulado, y cuando inserta el software a los cerebros correspondientes, en un principio el experimento no parece funcionar. Y a punto de abortarlo, algo sucede. Will Foster toca la carne de su esposa, y eso activa su organismo, generando los signos vitales esperados. En este momento, Will Foster se percata del porqué el experimento no había funcionado con el sujeto del laboratorio.
El problema radicaba en la dicotomía entre la mente y el cuerpo. En pocas palabras, no era suficiente trasplantar el software mental al cerebro sintético, sino que también tenía que corresponderle el cuerpo, de manera que la conexión fuera total: mente y cuerpo, una sin la otra no causaría el efecto esperado.
Hecho esto, Will Foster recupera a su familia, obteniendo réplicas idénticas, con las mismas características físicas y mentales. Dentro del experimento, previo a la “resurrección” de sus seres queridos, Foster se dio a la tarea de borrar los recuerdos del accidente y también de la vida de una de sus hijas, a la que por razones de presupuesto no pudo replicar. Para hacerlo, el científico tenía una pantalla donde podía observar el mapa completo de la actividad cerebral de cada uno de los sujetos. Y como si se tratase de un juego de video, lograba encontrar las neuronas y conexiones exactas correspondientes a las memorias, tanto del accidente, como de la vida de la hija no replicada. Y haciendo un simple delete, logró borrar del software tales memorias, de modo que cuando se despertaran sus familiares, no recordasen para nada ni el accidente, ni el hecho de haber tenido una hija – en el caso de su esposa – o una hermana – en el caso de sus otros dos hijos-.
Aunque todo parece irle bien, al poco tiempo de “resucitados, sus familiares, en especial la esposa, comienzan a experimentar sensaciones extrañas, flashbacks del accidente y raras emociones al contacto con niñas de la edad de la hija fallecida y que supuestamente está borrada de la memoria. Las sensaciones se vuelven tan intensas en las réplicas, que Will Foster se ve en la necesidad de confesarlo todo. Hasta aquí nos parece importante hacer el recuento de la película, ya que es a partir de estas escenas que podemos hacer nuestras reflexiones.
La Inteligencia Artificial ha evolucionado a pasos agigantados, de manera exponencial. Es sabido que en un celular de los que hoy utilizamos, hay mayor capacidad computacional que todo el sistema empleado para llevar al hombre a la luna. Pero en el caso de la réplica humana, se despiertan infinidad de interrogantes, empezando por la gran pregunta: ¿Qué nos hace humanos?

Para Daniel Dennet, la mente es una computadora. Bastaría replicar cada una de las 86 billones de neuronas y los astrocitos, creando una red neuronal exacta a la de la persona replicada, para obtener su cerebro. Dennet afirma que el alma es aquello que reside en nuestro cerebro, a partir del software que tenemos.
Pero se asume que la IA tiene más inteligencia de la que realmente posee. Dennet Afirma: Si no estamos seguros de lo que es la conciencia. ¿Cómo podemos calificar la Inteligencia? Aún la humanidad está muy lejos de producir, a partir de la evolución de las máquinas, eso que denominan Singularidad, es decir, el momento cuando la inteligencia de la máquina supere a la del ser humano. El vínculo inteligencia – conciencia es parcial y variable. Hay trescientos genes que influyen en la inteligencia humana y no hay un ingrediente mágico que produzca la consciencia, aunque es teóricamente posible replicarla, pero aún estamos en las antípodas de poder lograrlo.Se pregunta Dennet: ¿Podemos crear una mente que piense como Shakespeare? ¿Una mente que pueda mantener una promesa? Allí radica precisamente la complejidad. ¿Puede construirse una máquina capaz de producir obras de arte que manifiesten un gran talento original implícito?[2]. Por los momentos, la inteligencia artificial no parece ir mucho más lejos que aquello que pudo observarse en la interacción de Roger Penrose con el robot Sofía[3].
Por su parte, David Chalmers afirma que teóricamente sí podría lograrse algo similar a lo que vimos en la película Réplicas. Para este filósofo, si se reemplaza neurona por neurona y se hace una interconexión perfecta, en algún momento surge la consciencia. La consciencia estará presente en esa red neuronal replicada y se generará un ser exactamente igual al replicado. Y ante ese hecho, podrá existir un mundo donde encontremos una réplica exacta de uno mismo y habrá que preguntarse ¿quién se queda con nuestra casa? Para responder a estas preguntas, Chalmers afirma que se necesitará elaborar una teoría del ser: ¿Qué significa ser humano?[4]
En esta necesidad de desarrollar una nueva concepción del Ser, coincide Steven Pinker. El psicólogo de Harvard afirma que siendo el cerebro la semilla del alma –fantasma de la máquina-, donde radican las emociones, percepciones, nuestras memorias y comportamiento, se hace necesario desarrollar una teoría del Yo, que nos permita regular mejor la emociones y generar compartimiento estancos del Ser, para ganancia de uno mismo.
Pero ¿cómo afecta la evolución humana a nuestra mente? ¿Por qué nos ponemos celosos? El hombre es una criatura social, con rasgos particulares que lo diferencian de los otros primates: el lenguaje, ese vínculo social con otros, aunque sean desconocidos; y el uso de la tecnología. Todo esto permite que exista responsabilidad individual y la capacidad de darse un gobierno, que no es otra cosa sino la mayor de las reflexiones sobre la naturaleza humana[5].


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El tema de la evolución es fundamental. ¿Hasta qué punto nuestras neuronas no contienen la memoria almacenada de todos los miles de años que le tomó al hombre ser hombre? ¿Acaso el corazón no contiene también su propia red neuronal? ¿Cómo se conecta esta red del corazón con las neuronas del cerebro?
¿Hasta qué punto nuestras neuronas no contienen la memoria almacenada de todos los miles de años que le tomó al hombre ser hombre?
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Si experimentamos un trauma, algún suceso que en pocos segundos nos marque la psique, produciendo todo tipo de emanaciones químicas y sensaciones conectadas al corazón y al estómago: ¿cómo se moldea la neurona a partir de esto? ¿Es posible separar esa neurona del resto del organismo? ¿Acaso para sellar ese momento traumático en la conciencia (o en el inconsciente), no se requirió de todo el sistema orgánico, incluyendo la química que se mezcló con el torrente sanguíneo, que irrigó sangre a todo el organismo? Si se desea replicar esa red neuronal, haciendo un mapa como el que hacía Will Foster en Réplicas, ¿es posible también captar toda esa complejidad multiorgánica, involucrada en la arquitectura de una conexión neuronal especifica?
Estas preguntas conducen a la conexión mente – cuerpo, y a la imposibilidad que se intuye de separarlos a la hora de crear una réplica de la consciencia, o de toda la red neuronal de un sujeto específico. Y esta premisa parece también aplicar en el caso de que se clone el organismo completo. Aún teniendo la réplica exacta del cuerpo y de la mente, ¿cómo se obtiene la historia química que involucró sensaciones, emociones y reacciones en un momento específico, creando en el sujeto eso que llamamos trauma, complejos y miedos? Si se replica el cuerpo y la red neuronal, ¿tiene ese cuerpo y esas neuronas mapeadas exactamente la misma huella histórica dejada por las experiencias del sujeto replicado? ¿Puede “calcarse” una neurona con todo lo que contiene su núcleo químico, marcado por esas experiencias vitales?
Pareciera que Dennet tiene razón cuando habla de las dificultades implícitas en el alcance de la Singularidad. Porque eso que nos hace humanos y con una inteligencia particular, es precisamente esa historia neuroquímica, marcada por las experiencias vitales. La creatividad humana es eso. Ese fantasma que surge en un momento de inspiración, las musas que nos visitan cuando escribimos una novela, componemos una sinfonía o pintamos un cuadro, son generadas por nuestro inconsciente; allí donde reside casi toda la actividad neuronal[6].

La creatividad humana es eso. Ese fantasma que surge en un momento de inspiración, las musas que nos visitan cuando escribimos una novela, componemos una sinfonía o pintamos un cuadro, son generadas por nuestro inconsciente.
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Inconsciente que es construido a partir de experiencias individuales, que involucran la acción de todo nuestro sistema orgánico, y no solo de nuestro cerebro. Eso que llamamos amor, felicidad, el mismo sentido de la vida, está intrincado en un laberinto de sensaciones, que hasta ahora no han podido explicarse con respuestas convincentes.
Eso que llamamos amor, felicidad, el mismo sentido de la vida, está intrincado en un laberinto de sensaciones, que hasta ahora no han podido explicarse con respuestas convincentes.
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Los post humanos afirman que el hombre es una máquina, en el sentido de que todos los sentimientos, la consciencia, el libre albedrío, la libertad, emociones, ira , miedo, calor y amor, residen en el cerebro, y éste puede perfectamente llegar a replicarse en un sistema a base de silicio y libre de carbono. Por eso Stephen Hawking, Bill Gates y Elon Musk son tan renuentes a las ideas post humanistas, ya que sostienen que de ser posible replicar todos estos elementos en una máquina, la Singularidad efectivamente podría materializarse, convirtiendo al hombre en una suerte de mascota de las máquinas. Elon Musk llegó a sostener que el post humanismo es la amenaza más grande jamás inventada por el hombre[7].

Por su parte, Volker Hirsch afirma que la clave diferenciadora con cualquier IA, reside en el amor con el cual se hacen las cosas, poniendo el ejemplo de su saco, confeccionado con el talento amoroso de su esposa. Hirsch sostiene que ese amor es imposible trasladarlo a una máquina. Por más sofisticada que ésta sea, una máquina no puede producir algo como el amor, o inspirarse en un sentimiento elevado de nobleza. La empatía, la creatividad y el pensamiento crítico es la clave para superar a las máquinas[8]. La creatividad y el pensamiento crítico, que no se enseña en las escuelas, según Hirsch, es la clave para superar a las máquinas.
¿Pero no es esta afirmación una premisa basada en un conocimiento limitado de la ciencia? ¿Cuáles son los límites de nuestra consciencia, que nos llevan a pensar que una máquina no será capaz de replicar todo aquello que nos hace humanos, al punto de alcanzarnos y eventualmente superarnos?
¿Cuáles son los límites de nuestra consciencia, que nos llevan a pensar que una máquina no será capaz de replicar todo aquello que nos hace humanos, al punto de alcanzarnos y eventualmente superarnos?
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El test de Turing puede superarse ampliamente. También el experimento de la Caja China, ideado por Searle. En ambos casos, la maquina puede llegar a ser indistinta de la inteligencia humana. Pero esto no significa para nada que exista una igualación. El mismo Turing lo afirmó cuando estableció en su texto, Computing machinery and intelligence, su objeción de las variadas discapacidades.
Las discapacidades que nombra Turing, y que rechaza en su texto, responden en su mayoría a las percepciones sensoriales del ser humano. Y se establecen como incapacidad de la inteligencia artificial, asumiendo que una máquina no puede, por ejemplo, sentir dolor. ¿Pero se trata de una discapacidad infranqueable? ¿Acaso no tenemos la capacidad de diseñar un mecanismo que le permita a un robot “sentir” o “saborear” unas fresas con crema? Si no tenemos respuestas certeras sobre el origen de nuestra existencia, y de cómo media lo que sentimos en nuestra vida, ¿por qué diríamos que es imposible que las máquinas sientan?
¿Acaso no tenemos la capacidad de diseñar un mecanismo que le permita a un robot “sentir” o “saborear” unas fresas con crema?
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Los seres humanos tenemos patrones de conducta. Estamos codificados de determinadas maneras, no solamente a partir de la genética, sino que también rige sobre nosotros una ideología, que delimita nuestras creencias, opiniones y modos de ver el mundo. Nuestros límites son relativos. Un cambio de país, de perspectiva o de suerte, es suficiente para modificarlo todo, y ver oportunidades donde antes solo existían imposibles. Ignoramos muchas cosas sobre cómo funciona el mundo, nuestro cerebro e incluso otros universos. ¿Sabemos cómo se codificó nuestro ADN? ¿Qué o quiénes inventaron y escribieron ese código? ¿Por qué lo hicieron? ¿Existe un programador? ¿Fue un accidente espontáneo? ¿Acaso no tenemos los humanos límites en nuestra consciencia? No tenemos respuestas definitivas, solo especulaciones, mitos, religiones, literatura, música y poesía. La verdad incontrovertida sobre nuestro origen es algo que aún no hemos descubierto, ni se nos ha revelado. ¿Acaso podemos afirmar categóricamente que no vivimos en una Matrix, diseñada por algún científico genial en alguna galaxia remota? ¿Alguien puede afirmar con total e irrebatible argumentación que los humanos no somos robots?
Nuestros límites son relativos. Un cambio de país, de perspectiva o de suerte, es suficiente para modificarlo todo, y ver oportunidades donde antes solo existían imposibles.
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Los avances científicos se mueven a pasos acelerados. Ya es posible diseñar órganos que repliquen a los biológicos de manera exacta. Se han creado orejas humanas en ratones. Inclusive hay bio impresoras que imprimen, a partir de células madre, carne igual a la nuestra, tejidos como los que están impresos en nuestro código genético. En un futuro cercano, con un solo botón podrá imprimirse pulmones, riñones, páncreas y corazones. A lo mejor, hasta se cura la vejez y se logra que vivamos mil años o seamos inmortales, como sostienen los transhumanistas.
¿Qué tal si en un universo desconocido alguien creó un ADN capaz de imprimir humanos, animales y plantas? ¿Podemos negar esta posibilidad? De hecho, algunos científicos afirman que el futuro de los viajes interestelares reside precisamente en esto. Enviar en naves espaciales robots con la capacidad de replicarnos al llegar a su destino. Es decir, navegar en el espacio miles, hasta millones de años, y al arribar al planeta donde se establecerá la vida, activar a esos robots para que, a partir de nuestro código genético, sea posible replicarnos en dicho planeta exactamente como somos; imprimir todo nuestro material genético y producir seres idénticos a los que habitamos la Tierra.

¿Qué tal si en un universo desconocido alguien creó un ADN capaz de imprimir humanos, animales y plantas? ¿Podemos negar esta posibilidad?
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¿Podemos asumir que mañana no seremos capaces de entender los mecanismos necesarios para imprimirle a la inteligencia artificial un carácter sensorial? Todo indica que es nuestra incapacidad actual, los límites marcados por nuestra propia consciencia, lo que nos impide superamos y volver realidad lo que soñamos. Las posibilidades que las máquinas sientan dolor o disfruten el aroma de las flores está latente, aguardando a ser desarrolladas.
Las posibilidades que las máquinas sientan dolor o disfruten el aroma de las flores está latente, aguardando a ser desarrolladas.
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Es imposible rechazar las posibilidades de la inteligencia artificial, cuando desconocemos tanto de nosotros mismos y lo que nos rodea. Las discapacidades son como las encuestas, un test de IQ, un cielo nublado, o una tarde calurosa: la fotografía de un momento específico, las condiciones puntuales en ese instante, bajo esas circunstancias particulares. Pero nunca son definitorias, fatalistas o definitivas; al menos no en la mayoría de los casos. Las discapacidades de la IA son como las humanas: circunstancias momentáneas, que pueden superarse en el futuro bajo ciertas premisas: más conocimiento, algún descubrimiento, más fondos para la investigación; etc.
Las discapacidades son como las encuestas, un test de IQ, un cielo nublado, o una tarde calurosa… la fotografía de un momento específico, las condiciones puntuales en ese instante, bajo esas circunstancias particulares. Pero nunca son definitorias, fatalistas o definitivas
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En su texto John Searle y la Inteligencia Artificial (IA)[9], Carlos Blank nos hace pensar sobre estas cosas. Disecciona las diferentes posturas y clarifica la posición escéptica de Searle respecto a la posibilidad de una máquina de igualar o superar la inteligencia humana. La conclusión termina con el reto pendiente: Todo ese tema de la interacción humana, las experiencias, el contexto cultural, las motivaciones ocultas, las contradicciones y el error, la química cerebral y los misterios existentes sobre el universo cerebral, no hacen otra cosa que abrir compuertas de posibilidades aún no exploradas.
… la química cerebral y los misterios existentes sobre el universo cerebral, no hacen otra cosa que abrir compuertas de posibilidades aún no exploradas.
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Como las Matrioshkas, sale una y resulta que hay más y más. En la medida que siga avanzando el conocimiento sobre el cerebro y la biología intrincada e implícita que contiene, conectada con el resto del organismo, también irá evolucionando en paralelo las nociones sobre la Inteligencia Artificial y sus posibilidades. Llegará un punto en el que quizás sea posible replicar la neuroquímica humana en las máquinas. Si ese día llegase, entonces entraríamos en un estadio de discusión mucho más difícil y retador.
Llegará un punto en el que quizás sea posible replicar la neuroquímica humana en las máquinas. Si ese día llegase, entonces entraríamos en un estadio de discusión mucho más difícil y retador.
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Y entonces vienen los miedos sobre asuntos pragmáticos, como los empleos. ¿Podrán las máquinas reemplazarnos en los oficios que hoy desempeñamos? Según Andrés Oppenheimer, en su libro ¡Sálvese quien pueda! El futuro del trabajo en la era de la automatización, cerca del 47% de los oficios actuales serán reemplazados muy pronto por las máquinas. Pero José Herce nos tranquiliza, afirmando que los robots no nos quitarán los trabajos, ya que por cada dos empleos que se pierdan, se crean cinco nuevos y mejores. Según Herce, los trabajos futuros serán tan buenos, que nadie querrá jubilarse[10]. Pero más allá de los avances que puedan lograrse en inteligencia artificial, siempre regresa la pregunta que nos hacemos cuando vemos películas como Réplicas o, muchos años antes (1982),Blade Runner de Ridley Scott: ¿Se podrán maravillar las máquinas? ¿Podrán ser conscientes de su propia muerte? ¿La diferencia es la materia prima: cables, hierro vs material biológico? ¿Emoción natural vs. la apariencia de emoción? ¿Algo programado es emoción? ¿Y qué ocurre con la creatividad? ¿Un problema de harware o de software?
¿Podrán las máquinas reemplazarnos en los oficios que hoy desempeñamos?
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En el documental Being in the world[11], se nos ofrece una perspectiva interesante, y retadora. Si el secreto reside en perderse en lo que se está haciendo, y retroalimentarse colectivamente, en una suerte de sinfonía humana, donde cada letra, cada instrumento, cada sonido, solo cobra sentido cuando se mezcla, y entra en un trance despersonalizado, entonces tenemos que la experiencia humana difícilmente puede ser replicada por una máquina. La experiencia con la otredad, la simbiosis con el mundo exterior, es lo que parece imprimirle significado a la experiencia humana.
La experiencia con la otredad, la simbiosis con el mundo exterior, es lo que parece imprimirle significado a la experiencia humana.
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Uno de los filósofos que aparece en ese documental, lo expresó magistralmente. Al decir que el cerebro actúa como un aparato de radio, resume genialmente la idea. Sin el aparato, no se captan las señales, pero las señales no están en el aparato. Esta idea del pensamiento producido por el universo, por las señales externas que solo deben ser captadas y comprendidas, le da un giro fabuloso a la discusión sobre la IA. Al igual que cada libro clásico se inmortaliza, y aunque tenga siglos de haberse escrito, siempre ofrece alguna idea novedosa; lo mismo ocurre con la humanidad y lo que significa ser humano. Esta sutileza en la percepción de lo que somos, entra en un terreno de pelea con la filosofía que fundamenta la similitud entre el hombre y la máquina. En el documental, la idea se resume en esto: A nosotros nos importa; «we give a damn»…
Al decir que el cerebro actúa como un aparato de radio, resume genialmente la idea. Sin el aparato, no se captan las señales, pero las señales no están en el aparato.
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A las máquinas, en cambio, «les importa un bledo». Pero si la máquina llegase experimentar sentimientos y apreciar la belleza. ¿Qué pasaría entonces? Lo cierto es que ya se están grabando memorias y trasplantando las mismas al cerebro de ratones; también se puede grabar sueños e implantar chips en los cerebros[12].
Las fronteras entre lo que es humano y lo que no, comienzan a borrarse. Ante la velocidad de los cambios, y las cosas asombrosas que se han logrado, resulta imposible negar la posibilidad de que en un futuro la concepción de lo humano cambie totalmente. ¿Podrá haber réplicas de nosotros mismos?
Quizás… la respuesta es aterradora y fascinante. JCSA
Las fronteras entre lo que es humano y lo que no, comienzan a borrarse.
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Fuentes consultadas
BLANK, Carlos. John Searle y la Inteligencia Artificial (IA) en https://www.academia.edu/15605542/John_Searle_y_la_IA
CHALMERS, David “Virtual inmortality”. Entrevista. https://bit.ly/2QGOxE1
DENNET, Daniel. Interview at Serpentine Gallery bit.ly/2TKxpyV/
DOCUMENTAL Being in the world. https://www.youtube.com/watch?time_continue=2560&v=dIFsZ9uTrpE
FERRY, Luc. Entrevista BBC. http://abcblogs.abc.es/alejandradeargos/2018/04/07/entrevista-a-luc-ferry/
HIRSCH, Volker. Ai and the future work. TED Manchester. https://bit.ly/2RL4cXb .
HERCE, José. Entrevista. https://bit.ly/2Q8X5bm
HOFFMAN, Steve. TED Talks. https://bit.ly/2snULyL
PENROSE, Roger. Roger Penrose and Sophia. https://classroom.google.com/c/MjI1MzM4MDYzMzha/
PINKER, Steven. Entrevista. https://bit.ly/2FtuQNW
WIKIPEDIA. https://es.wikipedia.org/wiki/Replicas_(pel%C3%ADcula)
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Replicas_(pel%C3%ADcula)
[2] Ver Daniel Dennet. Interview at Serpentine Gallery bit.ly/2TKxpyV
[3] Ver Sir Roger Penrose and Sophia. https://classroom.google.com/c/MjI1MzM4MDYzMzha /
[4] Ver “Virtual inmortality”. Entrevista a David Chalmers. https://bit.ly/2QGOxE1
[5] Ver Steven Pinker. https://bit.ly/2FtuQNW
[6] Roger Penrose, matemático de Oxford, afirma que en el inconsciente sucede casi toda nuestra vida mental.
[7] Ver BBC. Entrevista a Luc Ferry . http://abcblogs.abc.es/alejandradeargos/2018/04/07/entrevista-a-luc-ferry/
[8] Ai and the future work. Volker Hirsch. TED Manchester. https://bit.ly/2RL4cXb .
[9] Ver https://www.academia.edu/15605542/John_Searle_y_la_IA
[10] Ver https://bit.ly/2Q8X5bm
[11] Ver https://www.youtube.com/watch?time_continue=2560&v=dIFsZ9uTrpE
[12] Ver Steve Hoffman TED https://bit.ly/2snULyL
En verdad que es fascinante y aterrador, pero la inteligencia del hombre es tan rica, compleja, cautivante y sorprendente, que en esa búsqueda científica de saber más de la creación, los avances científicos y tecnológicos van dejando atrás al mismo hombre, muy complejo todo.. tantas interrogantes de qué somos y, lo que somos como humanos, nos podrían sorprender con respuestas… . Sólo doy gracias al verdadero creador que no estaré viva para verlo..
Excelente! JC pendiente del blog. Cariños.
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Muy apreciado Dr. Sosa:
Sus consideraciones sobre temas de alta complejidad son ciertamente inspiradoras. Efectivamente el cine entendido como un mecanismo de representación material de la visualización creativa, ha mostrado a lo largo de los años la influencia que puede tener, por ejemplo, en la vida cotidiana y/o en la creación y evolución de imágenes representativas del futuro. Y es que en la medida que la mente humana inspirada se dota de ideas la materialización ocurre siguiendo un curso temporal así mismo uno o varios procesos y es a éstos que también pareciera se deben los grandes inventos. En un intento por contribuir al aprendizaje de sus escritos no sería en vano pensar que la temática escogida también pudiera servir para entender la existencia de ese “todo”, como ente único traducido en una “red de conexiones”, y su relación con una mente de inteligencia tal capaz de autotransformarse en posthumana.
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Así es William. Tienes toda la razón. Gracias por tus reflexiones!
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¿Qué diferencia al hombre de otros primates? ¿De otros seres vivos? Somos los únicos que sentimos esa necesidad de saber quiénes somos, porqué estamos acá, para qué, qué pasa después… Y la más importante, desde mi humilde experiencia: la necesidad de buscar a Dios, y la plenitud cuando sientes haberlo encontrado.
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